Ciudad Bolívar, 30.06.68 Especial
Humboldt se equivocó, dice el escritor bolivarense.
El sabio, a quien las calenturas tropicales postraron durante Abril de
1800 en Angostura, compartió, en el trapiche de los Farreras donde fue
trasladado, la convalescencia con la admiración del fruto del pan y del mango.
En parte probablemente por su misma salud delicada le parecería muy
accidentado el viaje desde la eminencia de la ciudad, donde se hospedaba en la
casa del Gobernador Inciarte, la de los balcones que hoy asoman a la Plaza
Bolívar, y límite de la cuarta Santo Tomás de Guayana
que por entonces tenía 6.000 habitantes. Más allá la colina seguía
empinándose, de pronto descendía en
rocosas depresiones, e iba
a morir en los Morichales cuya feracidad y distancia del centro poblado hacía
más admirable la aplicación de métodos agrícolas avanzados, el esfuerzo de la
civilización por penetrar la naturaleza virgen, a la productividad del
trapiche en que el enfermo recibió las atenciones de Félix Farreras, futuro
Comandante de Armas e Intendente de Guayana. Dedujo entonces Humboldt que la
fundación de la provincia sobre un peñasco interrumpido al Norte por el
Orinoco y al Sur por los farallones, carecía de posibilidades "para
ampliarla". Pero la ciudad no sólo terminó dominando la abrupta y entera
topografía, sino que hoy, cuando anda
por los 130.000 habitantes o más,
ya sobrepasó los Morichales y avanza resuelta y vertiginosamente, hacia la selva
y quien sabe si algún día alcanzará las márgenes del Caroní. En este punto la
timidez de visión que por una única vez le escamoteó el juicio al científico
es superada por su habitual agudeza, aquella que predijo para Venezuela y
particularmente para la región guayanesa "grandes destinos"
en base a sus recursos naturales y su posición geográfica.
El casco de la ciudad, ya singularizado por construcciones "altas,
agradables" en la roca viva para el tiempo de la visita humboldiana,
acentuó su fisonomía efe terrazas escalonadas, los "miradores" como
dicen los bolivarenses, ninguna más alta que la ¡otra, dispuestas de acuerdo a
la necesidad de cada quien, de recibir aire y de disfrutar del espectáculo del
Orinoco. Esta Inteligencia urbanística se expresa con particular gracia y
funcionalidad en los balcones que corren a lo largo de El Paseo y del
río, protegidos por una flora de hierro barroca, neoclásica y Iiberty, con la
cual se mezclan a ratos anagramas o los apellidos de los dueños, y levantados
sobre columnas culminantes en algunos casos en un incipiente diseño de capitel
corintio. De todo este conjunto estilísticamente unitario resulta el sello
típico de la ciudad, el que la distingue del resto de Venezuela y para los
propios y extraños constituye su divisa inconfundible.
Esos rasgos peculiares, tan acentuados por obra de la historia o del
tiempo, están ahora corriendo el riesgo de desaparecer o de ser deformados en
su íntima esencia. Por ejemplo, el chofer que del aeropuerto me conduce al
hotel, me impuso de la reciente disposición municipal que por poco da al traste
con la vieja aduana, un edificio de dos pisos de derivación neoclásica
considerado siempre entre los que mayormente contribuían a definir el carácter
de la ciudad. El Concejo votó la demolición de la poderosa fábrica para
substituirla con locales para el comercio detallista. El clamor público superó
el rugido de las intervenciones temerarias y quiere imitar en las columnas un
efecto marmóreo que no venía al caso. Pinturas "pompier", del más
relamido figurativo, embadurnan el coro, el altar y el bautisterio. De todo lo
cual resulta la transformación de un sereno mundo místico en un verdadero
infierno de mal gusto, manía de transformación también alcanzó a La Escalinata
cuyas gradas de cemento romano y
barandas alegóricas removió un
albañil sin imaginación como el que lo instruyó para llevar a cabo semejante
despropósito, y en su lugar, lo que fue "camino de las nubes" para
varias generaciones de niños bolivarenses, construyó un graderío burdo,
ordinario, mal acabado, que por otra parte presenta la peculiaridad de tener
cada escalón más ancho que otro, y
rematado con unos bancos de
cementerio.
Lo único genuino que resta de tan poética vía, para ejercitar el
espíritu de altura de la infancia 1 y de los adultos) es una
roca lateral donde los presos grabaron, con sangre una inscripción que dice: "Viva Gómez
fundador de la paz en Venezuela 1936".
La bien planeada remodelación de El Paseo concluida últimamente, ha
servido para realzar más el que puede considerarse el boulevard panorámico más
bello de Venezuela. Actualmente se construye su prolongación que incorporará el
Puerto de Blohm y a la Laja de la
Sapoara, con lo que ofrecerá
nuevos ángulos para observar la imponencia del puente que se proyecta como el
símbolo del progreso de la región, del Sur, de la Venezuela a la que sirve. De
acuerdo con los comentarios oídos, parece ser que el Ministerio de Obras Públicas
y el Concejo Municipal no se ponen de acuerdo sobre quién tiene la
responsabilidad de mantener los jardines y arboledas de El Paseo. Muchas de
las jardineras, frente al Hotel Bolívar por 'ejemplo, esperan la siembra, los
peatones circulan por ellas libre e indiferentemente, mientras un poco más
allá las plantas bajo el sol implacable esperan riego de un río que fluye al alcance
de la iniciaba en la casa
exportadora (de Alemania, Holanda, Francia, Inglaterra, Italia, España), y concluía
sin intermediarios en los depósitos del importador.
En efecto, desde mediados del siglo pasado Ciudad Bolívar acumuló en sus almacenes y distribuyó a los
Estados vecinos, mercancías del
mundo entero. El servicio de caleta, el mismo que ahora bosteza
en el silencio de la nueva aduana, no se daba abasto para atender a la entrada
y salida de trasatlánticos, lo mismo que de los costaneros que unían a la
ciudad con los principales puertos de la República. Era obligatorio retirar
las mercancías el mismo día del desembarco porque el arcaico muelle carecía de espacio para deposito. De acuerdo con la política
del "varter", la región despachaba a cambio de lo que recibía,
toneladas de caucho, pendare, balata, sarrapia, cueros. No todo exportador actuaba
honestamente. Se cuenta, por ejemplo, de comerciantes que mezclaban piedra
con el balata, o aumentaban el peso de /os cueros cubriéndolos de arena y bañándolos con baba de guásimo. Ante
estas prácticas ilícitas. el comercio exportador se vio obligado a publicar
avisos en la prensa local alertando a los autores del fraude.
Y más expedita una casa alemana construyó un aparato provisto de una cuchilla
para cortar las planchas de balata antes de aceptarlas para su expedición.
Tal vez la restauración del movimiento portuario de Ciudad Bolívar está
en manos del nuevo administrador de la aduana, Pedro Bilancieri, quien actualmente
se dedica a estudiar las causas de la situación, promoverá reuniones al
respecto con la Cámara de Comercio y los demás sectores, y ha declarado que no
descansará 'hasta el día que nieta un holandés", o sea, hasta que se restablezca la comunicación de
Ciudad Bolívar con el mundo. Ese día, continúa Bilancieri, lo declarará de júbilo.
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