domingo, 20 de diciembre de 2015

MURIÓ Alejandro Vargas Cantor De la tierra guayanesa



Ciudad Bolívar, 17.03.68
(Especial).
Ayer tarde murió en esta ciu­dad, Alejandro Vargas, cantor de la tierra guayanesa.
Murió a la edad de 76 años, víctima de la desnutrición que
degeneró en artritis aguda.
A pesar de su dolencia y de su edad, no le faltó fuerza y valor para despedir el último di­ciembre de su existencia con su  "Casta Paloma", el aguinaldo popularizado en Ve­nezuela y cantado fuera de ella por el Quinteto Contrapunto.
Alejandro Vargas estuvo muy ligado al arte folklórico de su tierra. Fue autor de innumerables valses, pasajes, joropos, guasas, merengues y aguinaldos, de arraigada tradición en el reper­torio de comparsas y parran­das de la región.
El vals "Margarita", que com­puso para la novia de Felipe Maita, amigo suyo, es trozo nunca dejado de lado por los serenateros. Igualmente el joropo Guacharaca, nunca deja de oírse en cada jolgorio campesino. 'Elenita Morales" fue una de sus últimas composiciones. Se trata de un vals dedicado a Ele­na I, Reina del Carnaval en 1964. Pero la pieza que real­mente dio renombre a esta figu­ra del folklore guayanés fue "Casta Paloma".
El "Negro" Alejandro Vargas, como popularmente se le cono­ció, era natural de esta ciudad. Nació en La Capotera y se creó en el barrio Los Culíes el 17 de noviembre de 1892. Era hi­jo de Julia Vargas, una valiente señora que murió en Barcelona a la edad de 102 años.
Su padre fue Luis Baptista albañil de la isla de Trinidad que estuvo en esta ciudad dirigiendo los trabajos del dique construido en La Carioca para atajar las aguas del Orinoco y de la Laguna del Medio.
Alejandro Vargas sobrevivió a tres de sus únicos hermanos y prolongó la generación con cua­tro varones y dos hembras. Nun­ca estuvo en la escuela, por lo que murió analfabeto
La música lo rescató de la po­breza del campo y le facilitó una existencia menos espinosa en la ciudad, pero no supo aprove­charla. Durante su juventud llevó
una vida de bohemio llegan­do a perder el tesoro de una voz que todo el mundo aplaudía y solicitaba. Luego se dedicó a la composición y con el resto de voz que le quedaba continuó hasta ayer alegrando fiestas y comparsas. Las noches de su mayoría de edad como trovador agonizaron más de una vez en su guitarra inseparable.

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