Ciudad Bolívar, 13.04.68 (Especial.)
Un rico pozo de diamantes, a cuyo fondo jamás llegarán los mineros, es
el que se encuentra en el propio lecho del Caroní, a escasos metros donde se
levanta la ciclópea muralla de la represa de Guri.
El caudaloso río fue desviado para facilitar los trabajos de construcción
de la Presa y en el lecho pedregoso y seco quedó un enorme pozo de cincuenta metros de
profundidad que por razón del principio de los vasos comunicantes no ha podido
ser secado.
El pozo permanece allí como manantial inagotable, perseverando en la
constancia del río que muy pronto regresará a su cauce. Seis moto-bombas
trabajan día y noche desde hace tres años achicando las aguas de este pozo,
sin que su caudal disminuya lo suficiente. Sus aguas quedarán allí ante la
resignación impotente del hombre, que no ha podido acabar con ella para ver lo
que hay en el fondo.
El Caroní en su tormentosa corriente arrastra los diamantes que los
fenómenos telúricos a través del tiempo hizo que germinaran en sus entrañas
para ostentación del hombre y otras aplicaciones de mayores alcances. Pero
como el lecho del Caroní no es plancha lisa que en pendiente se interna hasta
el Orinoco, sino que a lo largo de su recorrido existen infinidades de pozos
que son como trampas de las grandes riquezas del río, el avezado minero de
estos medios cree a pies juntillas que este pozo de Guri esconde en su fondo un
tesoro fabuloso de piedras preciosas que sería imposible alcanzar con los
sistemas disponibles y comunes existentes. ¿Qué buzo arriesgaría su vida hasta
50 metros de profundidad para raspar la tierra mineral? La única forma seria
secando el pozo, pero ya se ve que en tres años de constante achicar, nada se
ha logrado. La esperanza del minero guayanés se ha esfumado como una canción
al viento. No hay manera de llegar hasta el fondo para atrapar la riqueza. En
marzo volverá el Caroní por su antiguo y primitivo predio a conjugar sus
elementos con esta agua de potentes surtidores subterráneos, y la ocasión del
minero se hará más ignota y él, lleno de nostalgia por lo que pudo ser y no
fue, oteará el horizonte en busca de nuevos parajes del río donde los pozos
sean menos profundos para que la esperanza y los deseos materiales no se
esfumen como brisa en la sabana.
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