Ciudad
Bolívar, 12.11.72 (Especial).
Al
frente del Capitolio, cuando esté reunido el Congreso Nacional, irán las
comparsas del folklore calloense a quemar sus tambores. Será una manera inaudita
de protestar contra la miseria del oro.
Porque
el oro también tiene sus miserias, y muy grandes. El Callao es ejemplo
viviente. Hipnotizado por el brillo del codiciado metal se esclaviza cuando
despierta no hay sino silicosis en sus pulmones y hambre en sus casas averiadas.
El
oro sale de El Callao como la miseria por la ventana de la casa del rico. Por eso en El Callao lo que siempre hay es miseria porque el oro sale por laberínticas galerías subterráneas.
Se pierde, se escapa y el minero no lo encuentra sino cuando ya son de las transnacionales.
Medio
pueblo de El Callao ha reflexionado y vuelto sobre sus pasos. La otra mitad se
ha quedado allí sembrado a la tierra de
aluvión del Yuruary, pendiente de las vetas auríferas porque el Gobierno le ha
alimentado la creencia de que las minas no han sido integral y racionalmente explotadas
y que ellos podrán recibir más de lo que han recibido hasta ahora con la
promesa de una empresa de envergadura qué no llega, que no acaba de llegar, ni
siquiera ahora cuando el Yuruary en su ostentosa crecida se lo ha llevado todo.
El
lamento es general y la comunidad no tiene alternativa sino ir a una huelga frente al Capitolio a quemar
los tambores que animan esa mezcla de
calipso antillano y merengue que han hecho famosas a las comparsas callonses.
La
Negra y brava Isidora ha declarado que irá al Capitolio con todas sus comparsas
a quemar los tambores para olvidarse del baile negroide de los carnavales y de
otras festivales.
No hay comentarios:
Publicar un comentario